Lectura del santo evangelio según san Marcos (9,38-40):
En aquel tiempo, dijo Juan a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros.»
Jesús respondió: «No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro.»Palabra del Señor.

Un llamado a la unidad en la misión:
El Evangelio de hoy nos presenta una enseñanza profunda de Jesús sobre la apertura y el trabajo en común. Juan, uno de sus discípulos, le dice que han visto a alguien expulsando demonios en su nombre y que intentaron impedírselo porque no formaba parte del grupo. La respuesta de Jesús es clara: “No se lo impidan, porque nadie que haga un milagro en mi nombre puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros, está a favor nuestro”.
Esta enseñanza nos interpela en nuestra vida cotidiana y en nuestras comunidades de fe. ¿Cuántas veces hemos caído en la tentación de excluir a otros porque no pertenecen a nuestro círculo? Jesús nos llama a reconocer el bien en los demás y a valorar las acciones que edifican el Reino, sin importar de dónde provengan.
Superar las barreras de la exclusión:
En nuestra labor dentro de la comunidad y la parroquia, podemos encontrarnos con situaciones donde, por prejuicio o costumbre, ponemos barreras a quienes desean colaborar. A veces, miramos con recelo a quienes no han seguido el mismo camino que nosotros o que no comparten nuestra manera de hacer las cosas. Pero Jesús nos enseña que lo esencial no es la pertenencia a un grupo en particular, sino la disposición para obrar el bien en su nombre.
El verdadero discípulo no se encierra en círculos exclusivos, sino que reconoce la obra de Dios más allá de sus propias estructuras. Esto es un recordatorio de que la misión de evangelizar es universal y que la unidad en el servicio es más importante que la uniformidad en los métodos.
Aplicación en la vida diaria:
Cada día encontramos oportunidades para poner en práctica esta enseñanza. En el trabajo, en la familia y en la comunidad, podemos preguntarnos: ¿Estoy construyendo unidad o dividiendo? Cuando alguien hace el bien, ¿lo valoro o lo descalifico porque no sigue mis mismos criterios?
Esta actitud se refleja especialmente en los movimientos apostólicos. Muchas veces, diferentes grupos dentro de la Iglesia pueden verse como competidores en vez de colaboradores en una misma misión. Jesús nos invita a dejar de lado estas divisiones y a trabajar juntos, porque la grandeza de su mensaje supera cualquier diferencia.
La humildad para reconocer el bien en los demás:
Reconocer el valor de los otros requiere humildad. Significa aceptar que Dios puede obrar a través de personas que no forman parte de nuestro entorno inmediato. No somos los únicos depositarios de la verdad, y el Espíritu Santo actúa de formas que a veces no comprendemos.
Cuando dejamos de lado la actitud de exclusión, crecemos en fraternidad y en apertura. El servicio cristiano no es un privilegio, sino una responsabilidad que nos une con todos los que buscan el bien. La comunidad se fortalece cuando aprendemos a mirar más allá de las diferencias y celebramos los frutos del Evangelio en cada acción de amor.
Meditación Diaria: El pasaje de hoy nos invita a abrir el corazón a la diversidad en la misión de Jesús. Muchas veces, nos aferramos a la idea de que solo quienes piensan como nosotros pueden hacer el bien, pero Jesús nos muestra que la verdadera grandeza radica en reconocer la obra de Dios en cada persona dispuesta a servir. Hoy podemos hacer un ejercicio de reflexión: mirar a nuestro alrededor y encontrar ejemplos de personas que, aunque no sigan nuestro mismo camino, trabajan por la justicia, la paz y el amor. En lugar de juzgar, podemos aprender de ellos y reconocer que Dios actúa en formas que muchas veces no esperamos. La unidad en el amor es el mayor testimonio que podemos dar al mundo.