San Gerardo Mayela – Hermano Redentorista

San Gerardo Mayela – Hermano Redentorista

Nació en Muro, un pueblecito cerca de Nápoles, Italia. Gerardo quiere decir “valiente para la defensa”. Sólo vivió 29 años en esta tierra, pero llenó sus alrededores de hechos admirables.

El Papa Pío XII dijo que San Gerardo es un modelo admirable y León XIII afirmaba que este santo es uno de los jóvenes mas angelicales que Dios ha dado a los hombres para modelo. La mamá dijo de él: “Desde pequeño su mayor delicia era entrar al templo a rezar ante el Sagrario. Cuando estaba orando ante el Santísimo se olvidaba hasta de ir a comer. En la casa en cualquier rato libre que tenía se dedicaba a rezar. Parecía que le agradaba mas pensar en el cielo que en la tierra”.

Cuando cumplió los diez años, su confesor le dio permiso para comulgar cada tres días, caso muy raro en aquella época influenciada por el jansenismo promovía que no se comulgara con frecuencia, sino muy de tarde en tarde.

Cuando murió su padre, Gerardo tuvo que abandonar sus estudios y dedicarse a aprender sastrería. Fue tratado muy duramente por un compañero muy áspero, pero jamás logró que le respondiera a sus malos tratos. Luego pasó a trabajar como obrero con un señor que lo regañaba sin causa alguna, pero ni una sola vez protestó. Quería imitar a Jesús que guardaba silencio cuando era ultrajado. Luego puso su propia sastrería. Dividía sus ganancias en tres partes iguales: una para su mamá y los gastos de la casa; otra para ayudar a los pobres y la tercera para pagar misas.

Cuando tenía 23 años unos padres redentoristas llegaron a su pueblo a predicar y Gerardo les pidió que lo admitiera en su; comunidad como un hermano lego. El superior de la misión no quería admitirlo, pero al fin por sus ruegos e insistencias escribió esta nota: “Allá les envío a Gerardo, parece que es un inútil”. Lo admitieron. En el noviciado se dedicaba con tanto fervor a todo lo que tenía que hacer que los compañeros decían de él: “Gerardo es un loco o es un santo”.

San Alfonso María de Ligorio, fundador de la Congregación Redentorista, lo admitió en su comunidad y se dio cuenta que era un alma muy agradable a Dios. Fue admitido como religioso y hacer su profesión en 1752, añadió un cuarto voto: “hacer siempre lo que es más agradable a Dios”.

Pronto empezaron los hechos raros: a) Un religioso escuchó a Gerardo decirle a Jesús en el sagrario: “Por favor déjame que me vaya pues atengo mucho que hacer. Después seguimos charlando”. B) Aunque era un hermano lego con el oficio de sastre y enfermero, se lo llevaban a las misiones porque leía el estado de las consciencias de las personas. c) A veces se bilocaba e iba a sitios lejanos a darle algún mensaje a alguien que lo necesitaba, pero nadie lo veía ausentarse del puesto de trabajo asignado. d) Cuando se quedaba en éxtasis, no oía, ni veía lo que sucedía a su alrededor. Lo único que lo hacía volver en sí, era que lo llamara su superior.

Invisible. Un día fueron a buscarlo a su; habitación y no lo encontraron. Después el superior le preguntó donde había estado. “En mi habitación”, dijo el humilde hermano. “Pero allá fuimos y miramos por todas partes y no lo vimos”. Entonces le contó que como era día de retiro quería orar en paz y le había pedido a Dios que no lo vieran los que fueran a buscarlo. El superior le dijo: “Por esta vez lo perdono, pero no se le ocurra volver a pedir a Dios semejante cosa”.

Un grupo de religiosos hizo una gran peregrinación a un santuario, pero olvidaron llevar dinero. No se afanen por eso, llevamos al Hermano Gerardo. Aquel viaje fue una cadena de prodigios. Fueron, volvieron y nada les faltó y eso que no llevaban dinero, pero llevaban un religioso que tenía mucha fe.

Grave calumnia. Una mucha corrompida acusó a Gerardo de que le había hecho malas propuestas. San Alfonso lo llamó y le echó un regaño terrible y le prohibió comulgar por varios días. Gerardo no dijo una sola palabra en defensa propia. Pasado un tiempo después, la muchacha y el amante confesaron que era mentira la acusación contra Gerardo. San Alfonso lo llamó y le dijo: ¿Por qué no se defendió?“ “Padre, -le respondió- yo sabía que Dios me iba a defender. Nuestro reglamento manda que no busquemos disculpas cuando nos regañan”.

Demasiado generoso: El oficio preferido del hermano Gerardo era el de portero, porque allí podía ayudar a los mendigos, a los pobres, a mucha gente que necesita ayuda. En un solo día llegaban hasta 200 personas y él los atendía como lo hubiera hecho una madre. Tenía el arte de contentar a todos y era admirable su paciencia. A todos regalaba alimentos, vestidos y la gente no se explicaba de donde sacaba para repartir. Cuando se acaban las provisiones, iba la ciudad y pedía los ricos para ayudar a los pobres. Un día el ecónomo lo regaño porque había repartido todo lo que había en la despensa para alimentar a los religiosos. Pero al llegar el ecónomo a la despensa la encontró otra vez llena de todo.

Un día la comunidad estaba pasando por una situación económica muy difícil. Gerardo se fue a la capilla a rezar y al poco rato llegó un bienhechor a llevar una cantidad de dinero con el cual se solucionó la angustiosa situación.

Avisó que su muerte sería el 15 de octubre poco antes de la medianoche. Así sucedió el año 1756. Sus últimos meses fueron de sufrimientos físicos.

Gracias sean dadas a Dios por los dones que concede a sus amigos, especialmente aquellos que son más humildes y sencillos y menos orgullos y menos vanidosos.